El trauma es una experiencia abrumadora que deja una huella en la manera en que leemos la realidad interna y circundante. Afecta nuestra percepción ya que produce toda una serie de patrones (emociones, pensamientos, sentimientos y sensaciones físicas- o sólo algunas de ellas) que obnubilan nuestra capacidad para discernir, originando una distorsión en el flujo natural de acontecimientos y en la capacidad de interpretar lo que está pasando.
El miedo es la emoción básica que se esconde detrás de cualquier trauma, ya que la mente inconsciente emplea todos los mecanismos a su alcance para evadir el dolor asociado a la experiencia negativa primigenia, generando paradójicamente, la misma experiencia una y otra vez. Es un nudo interno que rompe la continuidad de la consciencia, produciendo una sensación de bucle.
La experiencia traumática es un agujero negro de todo tipo de emociones negativas muy relacionadas entre ellas como por ejemplo la humillación, la vergüenza, la culpa, el abandono, el rechazo… Sentir emociones negativas o vivir situaciones que nos despierten dichas emociones no significa que haya una experiencia traumática. Lo que caracteriza al trauma es la huella profunda que genera en nuestra consciencia y cómo esta huella, si no es sanada y liberada, genera circunstancias que nos llevan, repetidamente, a esta oscuridad psíquica.
Precisamente por esta mecanismo de repetición y fijación, el trauma suele señalarse como el origen de muchas adicciones.
Es posible tratar y sanar las experiencias traumáticas, no obstante, se necesita compromiso para abordar el problema y paciencia para poder resolverlo, para amortiguar o eliminar definitivamente el impacto disruptivo que puede acabar generando en nuestras vidas.
A nivel simbólico, se puede ver el trauma como una herida en la confianza primordial, en uno o varios aspectos de nuestro mundo interno. Sin la seguridad íntima que requiere estar en el mundo y vincularse, participar o compartir, difícilmente podremos construir las bases para establecer unos cimientos fuertes. Quirón, el sanador herido de la mitología griega expresa muy bien esta polaridad entre miedo y confianza, vida y muerte. Su herida incurable fue el motor de todo el conocimiento que atesoró para ayudar a otros. Su historia es un viaje arquetípico universal, y quizás nos invita, como hizo él, a renunciar a nuestra inmortalidad para finalmente encontrarnos con la muerte, transcendiendo así el sufrimiento, el dolor sostenido que no nos permitía trasmutar la experiencia y convertirla, finalmente, en aprendizaje, en liberación, en un nuevo comienzo.