Un frugal luminar se va haciendo presente en mi morada.
Va creciendo en forma de espiral ascendente,
salpicando mi ánimo,
colándose entre la cavilación y el discurrir del pensamiento.
Penetra en mi médula espinal
revelando el nuevo fulgor de este momento.
La brisa es más cálida y liviana,
y los pájaros acompañan con su canto esta atención súbita.
El paisaje me da la bienvenida y evoca una intensidad solemne,
majestuosa,
como si de una invitación a otro reino se tratara.
De repente todo parece iluminado, iridiscencia sacra.
La paz del nuevo día llega como la lluvia esperada por tanto tiempo.
No hay muerte.
Levanto los brazos hacia arriba y agradezco este oasis de gloria.
Me inunda la esperanza, sinceridad desnuda.