Sumergirse, descender.
La esfera donde se esconden los deseos y los miedos más hondos, donde la realidad y la imaginación se fusionan o se fragmentan. Enumeramos las voces que nos contaron quiénes éramos y descubrimos la verdad de lo que en verdad, somos. Tiene una profundidad tan inmensa como la existencia del Universo, y a través de él estamos conectados con el cosmos. Es el espacio simbólico donde las cosas se encuentran o se pierden, se segmentan, se integran. Reconectan.
Nexo, néctar, secreto.
Es el origen y lo consumado.
La racionalidad no lo define, ni siquiera se puede acercar a lo que es en su naturaleza porque es una dimensión transpersonal cuyo acceso momentáneo, apenas estamos empezando a comprender. Entramos a través de lo sensitivo, la música, el trance, el baile, la emoción intensa, el duelo, el éxtasis, el arte, el estado creativo, el sexo, la respiración, los estados alterados de conciencia, los trabajos corporales, las plantas maestras, la naturaleza, la meditación.
Contiene todas las sombras y también la luz prístina, pura, de la divinidad.
Nexo, néctar, arcano.
Evocamos el misterio cuando lo transitamos y alquímicamente pasamos de un estado a otro de conciencia, conteniéndolos todos y ninguno a la vez, aprendiendo silenciosamente lo que mora en nosotros, oculto. Es una danza eterna, un movimiento que rezuma una inteligencia propia, un territorio inexplorado y virgen que se encuentra más allá de los confines de la conciencia ordinaria.
Es la concepción de lo que se expande y lo que se contrae en nosotros, sangre y vísceras, decrepitud y muerte, lo que nace, lo que está a punto de nacer, sometiéndose apaciblemente a los ritmos cíclicos de la naturaleza. Potencial puro. Por eso necesita de la oscuridad protectora que salvaguarda lo que se está gestando, como una madre tierna y terrible, que puede bien cuidar o devorar, honrando a la vez el nuevo brote y la putrefacción que generará una nueva vida.
Es el resguardo de lo inquebrantable, lo intocado, tabernáculo del alma que no se muestra, pero se siente y nos susurra a través de los poros de la intuición despierta.
Es aquello que no vemos, nuestros puntos ciegos, lo que nos fue negado, lo que se nos dio y jamás reconocimos, el amor que rechazamos, los puños apretados, las lágrimas desconsoladas cuyo destino son las grutas olvidadas. Es la iluminación que ya somos, esperando por nosotros.
Ahí reside la historia de nuestra ascendencia, según como juguemos nuestras cartas, los ancestros, ahora nos bendicen, ahora nos condenan. Nuestra historia es la historia de toda la humanidad, estamos ligados por lazos invisibles que la ciencia aún está muy lejos de descifrar.
Sumergirse, tocar fondo, la nada, ascender, el primer aliento, grito.
Alcemos plegarias y oraciones al misterio, recordemos el enigma que nos habita para que sólo la luz inunde nuestro entendimiento, nuestros pasos, nuestro corazón. Que nuestras debilidades nos ayuden a fortalecer nuestra generosidad. Ofrendemos nuestra ignorancia como un hecho consumado para que podamos asumir plenamente que somos humanos, hermanos, iguales ante nuestra condición inescrutable frente a la incógnita de la existencia misma.