* Fotografía de Matt Sclarandis
El destierro es un lugar profundo,
un desamor consentido y constante.
Un pozo lleno de serpientes, tiburones.
El destierro es la ausencia de luz,
el vacío que te arropa, te atrapa, te cubre con su manto.
Ausencia y nada, es su rezo,
agonía en blanco y negro.
El destierro es la falta de vínculo,
el olvido del origen,
la distancia insalvable de lo que nos pasó.
No poder retroceder, ni avanzar.
La condena de ser conscientes
de nuestro sufrimiento.
Es el exilio del propio corazón,
desierto emocional que apena el alma.
Es el camino solitario
que te obliga a mirar tu propia humanidad,
las limitaciones que se cierran en tu mente,
la muerte del candor,
la lágrima viva que castiga tu esperanza.
El destierro es padre ausente,
leche materna estropeada,
un perro que te abandona,
un amigo que no vuelve.
Cae la noche
y vagamos por mundos inconscientes.
Nuestros pasos siguen adelante,
pero nuestro espíritu quedó atrás
hace ya muchos eones.