Evangelio de María 8, 15-24 : “Procuren que nadie los extravíe diciendo: «helo aquí, helo allá», porque es en el interior de ustedes que está el Hijo del Hombre; vayan a él: aquellos que Lo buscan, Lo encuentran.”
Algunos de nosotros estamos en la búsqueda del entendimiento trascendente, en el aprendizaje perenne del sentido de la vida. Anhelamos la orientación de la brújula que nos guiará, que marcará nuestros pasos a seguir.
A veces estamos en el camino, a veces nos salimos de él, o por lo menos esa es nuestra sensación. Si miramos más detenidamente, ampliamente, nos damos cuenta de que todo es camino. De que el valle y el lago son parte del camino, la lluvia, la tumultuosa tormenta, el sol radiante, la brisa que susurra. La noche tupida.
En los últimos tres años he vivido una serie de situaciones complejas que me han puesto verdaderamente al límite de mi sentido de realidad. Durante este tiempo he buscado activamente fuentes de conocimiento que aportaran un poco de luz a todo el proceso por el que estaba atravesando. Me he acercado a escuelas, psicólogos, maestros, personas especialistas en su campo de conocimiento. Al final de esta etapa, me he dado cuenta de que las personas, son personas en cualquier ámbito en el que éstas se encuentren. Es la muerte de la ilusión. Los gurús no existen, todas las personas estamos hechas de lo mismo, tenemos las mismas contradicciones, pequeñas miserias, amores y odios. Todos somos a la vez maestros y aprendices. Bendigo estos aprendizajes, y a las personas que me han mostrado el camino de vuelta hacia mi misma.
Hay una cosa que estoy empezando a entender con claridad en todo este proceso, y es que nadie te salva sino tú. Uno mismo abre los caminos a través del esfuerzo y la conexión con la fuente. Porque la relación con el misterio es el origen de todo lo demás.
Vivimos la vida como si fuera una proyección de una película que nuestra mente genera a partir de las vivencias, decisiones y condicionamientos que muchas veces, heredamos. Cuando por la circunstancia que sea empiezas a abrir y experimentar tu mundo interno, es decir, comprender que toda la carga del pasado funciona como un guion de vida y empiezas a tener al mismo tiempo una mirada interna y externa de la realidad que percibes, se produce una expansión de la conciencia, adquieres un mayor entendimiento del mundo fenomenológico.
Entonces empiezas a dejar de ir detrás de cosas, personas, premios, reconocimientos. Deja de tener importancia que la gente te entienda o te malinterprete, simplemente vives tu camino, en paz.
Ese para mi es el aprendizaje de este tiempo. Haber encontrado la luz que buscaba fuera, en mi propio corazón.
Sé una luz para ti mismo, rezaba Buda.
Lo único importante es el amor. Empecemos por amarnos a nosotros mismos.