* Artista: Konstantin Korobov http://www.xkk.su
La ira es un demonio silencioso
que vive en los pliegues
de las memorias ancestrales.
Es una serpiente que no se deja ver,
pero que contamina el ambiente
con su siseo imperceptible.
A menudo se esconde
tras las sonrisas emponzoñadas,
el rictus forzado.
Su incapacidad para hablar con el corazón
es el ecosistema del que se alimenta.
La mentira es su aliada,
la mofa su deleite.
La falsedad es un perfecto disfraz para este bicho,
que corrompe
a través de la ambivalencia intencionada.
La ira es una fuerza destructiva,
una bomba de Hiroshima para la paz y la alegría.
Es una perturbación profunda en la fuerza,
un cáncer que se extiende y nos posee totalmente.
Se revuelca en la guerra y en el caos,
como un cerdo,
se deleita en la construcción
de la imagen del enemigo.
He descubierto su guarida.
La miro a los ojos sin pudor,
desafiante ante sus artimañas.
Agazapada,
es un polizón que vive
entre los laberintos atávicos
del árbol por el que vine.
La herencia condenada.
Ahora se ríe, ahora se esconde, ahora desaparece.
Ira y violencia van de la mano,
son primas hermanas.
Son fuerzas que socavan poco a poco,
te oprimen lentamente hasta acabar contigo.
Como una serpiente que te ahoga con su abrazo,
un abrazo que en principio parecía cálido,
sostenedor,
y en el que un día empiezas a notar
que aprieta demasiado.
Sientes cierta desorientación
hasta que al fin,
cuando estás prácticamente sin aliento,
te das cuenta de la intención del monstruo.
Te das cuenta de la trampa, del engaño.
El monstruo es el odio,
La fealdad de sentirse legitimado
para ejercer la tiranía, la violencia.
El genocidio de las buenas intenciones
que entre las cunas
alimentaron nuestros sueños.
El triunfo de la maldad más absoluta,
la ignorancia encumbrada,
la mediocridad hecha norma.
La ceguera institucionalizada.
La humillación disfrazada de justicia,
de castigo merecido,
mientras el entorno calla,
consiente,
se somete.