Como una lluvia largamente esperada,
la gracia de Dios me cubre como un manto suave y sereno.
Vuelvo a ser un ser indefenso y vulnerable,
y la caricia de la luz susurra mi nombre.
La sombra sólo es una nube pasajera en la conciencia,
una ceguera temporal que nos hace creer que estamos solos,
que hemos sido heridos y que el amor nos rechaza.
Pero la promesa…
La promesa de eternidad
llama a la puerta,
una y otra vez,
como una ola fidedigna,
con una ofrenda de perdón perenne,
con una ternura indescriptible
revelando la grandeza de lo que siempre hemos sido.
Devela que la pesadilla,
tan solo es un mal sueño
al que nuestra mente-ego-mundo
ha dado realidad.
El agradecimiento vive en el corazón-niño,
aunque haya un muro de cemento
entre mi percepción y la realidad,
Agradezco,
aunque la tristeza se apodere de mis sensaciones,
Agradezco.
Aunque respire las consecuencias de mis errores,
Agradezco.
porque sé que todo es bendito,
que no hay error,
que el momento es ahora,
que una nueva semilla durmiente-soy
ha germinado y es imperturbable.
Y mi soplo la cuida,
mi canto la mima y la ofrece a la inteligencia suprema.
Agradezco por poder experimentar estos caminos,
por la conciencia de existir,
por sentir el engranaje vasto, entrelazado,
del pulso sensitivo,
cáscara del Alma Mundi.
La savia del rezo late en mis venas abiertas,
expuestas a la relación con este mundo.
Y en lo más hondo,
en la parte de Dios que nos habita,
pasado, presente y futuro se entremezclan
y cuentan una historia,
la historia de todos los eones, todos los mundos y todos los seres,
que gozan y se experimentan a sí mismos,
a través del juego sagrado
de la creación.



